CIUDAD AUTOMÁTICA DE BUENOS AIRES
Ciudad Automática es la respuesta insitu a la pregunta que Josie Watson se hizo al viajar en el año 2008 para conocer a su familia paterna que vive en Australia. Caminando por las calles de la primer-mundista ciudad de Sidney y conociendo el viejo puerto del que su padre había zarpado en su juventud, casi a su misma edad, la joven artista se preguntó: ¿Por qué Argentina? Tanto Sidney como Buenos Aires habían sido hacia el ‘70 las grandes promesas mundiales. Luego de treinta años, Sidney había alcanzado dichos objetivos, pero la Argentina no había logrado mantener su éxito en el tiempo.
Alexander Ian Sinclair Watson, rosarino, de padre escocés, había viajado por el mundo por el trabajo de su padre. Cuando llegó con su familia a Australia comprendió que en 20 o 30 años dicha ciudad no sería el ambiente que buscaba para uno de los objetivos de su vida: una familia. Sin tantas razones y más por corazonada, a los 17 años subió a un barco llevando consigo únicamente una valija con dos camisas, cuarenta dólares americanos y un número de teléfono en la mente de un amigo de la infancia. Con un panorama no muy alentador, Alexander Ian volvió a la Argentina en la noche de la matanza de Ezeiza, en 1974. Llamó a su amigo por teléfono y fue recibido en la familia Gómez por muchos años. Estudió medicina en la UBA, en plena dictadura, sin dudar ni una sola vez de sus objetivos. Años más tarde conoció a Anita Lozada, con quien conformaría la familia que ella soñaba.
En el año 2008, en una mañana de sol en la bahía de Sidney, mirando el reflejo del cielo sobre uno de los rascacielos del centro, Josie vio por primera vez, el primer boceto de Ciudad Automática. La forma final de dicho boceto la generó la imagen antagónica y casi catastrófica de la ciudad de Buenos Aires, sobre el avión de vuelta, volando sobre el Río de la Plata. ¿Qué había en dicha ciudad que realmente había hecho elegir así a su padre? Ciudad Automática brotó de la vivencia de las mismas preguntas que brotaron en su interior. Solo años más tarde con la serie ya avanzada, pudo leer en su propia obra, las respuestas que había encontrado en el camino.
CIUDAD AUTOMÁTICA
Ésta ciudad tomó el nombre de “automática” por el trabajo de largos años que la joven artista dedicó a la materia del “automatismo”. Comprendido como el actuar humano guiado por la mente sin “pensar”, el automatismo había sido un ejercicio técnico de liberación mental practicado por los surrealistas en la literatura. Es el padre del cadáver exquisito entre otros y buscaba desatar al hombre de sus protecciones mentales para dejar afluir lo inconsciente. En la obra de la artista el automatismo, esa línea plana, gráfica, automática, es el reflejo de un profundo actuar humano. Su acercamiento al automatismo no es una visión crítica de los hábitos automatizados de la humanidad, sino una profunda observación de cada uno de ellos, comprendiendo en esta forma de actuar, una forma inevitable de supervivencia con un carácter intrínseco de valores personalizados. Encontrando así un significado profundo inclusivo en cada gesto que pareciera superficial. “Nos modelamos según unos objetivos, aunque sean débiles, medio consientes, no totalmente claros… Siempre hay una finalidad en la acción humana, y necesitamos que aquello que tiene razón de fin nos “agrade”: por eso se puede afirmar que en la base de la vida, hay una opción estética” (Pág. 13. “La Belleza, un tema urgente” Gabriel Dondo, Ediciones Lotgos)
El color de dicha línea liberadora no en vano toma el del Negro. Este color, según las teorías físicas de la pintura, es el conjunto de todos los pigmentos, que interpretó como una fuerza latente de vida a desfragmentar. No en vano es el color predominante en la cultura oriental que lo asocia a belleza, voluntad creadora, juventud, energía vital y, por sobre todo, el trazo de la humanidad.
La artista encontró a la ciudad como el ambiente propicio para expresar las posibilidades de esta fuerza creadora humana que es capaz de decidir, hacer, perdonar y autocondenar. ¿Qué puede haber más humano que un lugar donde cada ladrillo fue colocado sobre el siguiente ladrillo por una única decisión humana, hasta generar grandes edificios?
Así como la línea negra lleva un sentido intrínseco que se exterioriza en su trazo, la línea blanca expresa en su extrema dualidad, la espiritualidad humana. Las teorías del color que dirigen el estudio de la artista mencionan al blanco como significante de Dios, Vacío, Silencio, Espacio, Tridimensión. Negro y blanco son en su obra dos antagónicos simbióticamente configurados. Mediante el blanco afirma la creencia y dependencia en un Ser Superior, el del entendimiento de cada persona, que por momentos actúa sobre el accionar humano, aporta, permite, se ausenta deliberadamente, no se lo encuentra, colabora, etc. De esta forma la línea blanca se observa en algunos lugares equilibrando, redirigiendo, resaltando, fortaleciendo, tapando, dando protagonismo, sosteniendo, a la línea negra. Una divinidad al servicio de su creación más hermosa, más creadora.
Se hace así presente un factor propio de la obra de Josie Watson, la dualidad. Si bien hay niveles profundos en los que la creadora de la serie medita acerca de la dualidad, el primer rasgo de la presencia de la misma es el diálogo entre el actuar y el meditar, ambos automatizados, ambos humanos, ambos materiales, ambos espirituales. Su manifiesto artístico es esta ciudad caótica y encantada de cuyas infinitas dualidades brota la existencia matérico-espiritual del motor central que la regenera: la Vida Urbana. Puede verse a las líneas blancas y negras comulgando, pisándose, dialogando, respetándose, admirándose, ausentándose, poseyéndose, oyéndose, o suicidándose juntas.
Luego, todo lo que está entre medio de esta lucha existencial, el color. El color hace referencia a las circunstancias en las que ocurren las vicisitudes de la vida, esas a las que no elegimos. Cada esquina o lugar representado fue elegido tras una vivencia especial de la artista en dicha locación. El color adopta sus matices en función a la vivencia en cada espacio. Si bien se mantienen sumergidos bajo una leve desaturación propia del humo de la ciudad, cada matiz refleja lo impredecible de cada momento de la vida en la ciudad. Estos colores son el fruto de la desfragmentación de las dos fuerzas anteriormente mencionadas.
Estos elementos toman formas orgánicas, de consistencia líquida. La vivencia en esta ciudad demuestra ser caótica en cuanto orgánica, es decir, con su propia coherencia trágica… como la naturaleza misma. Las formas curvas y oscilantes expresan un vertiginoso movimiento imparable. Ciudad Automática es tan humana que pareciera caerse o derretirse, evaporarse o endurecerse… Sus torres se vuelven blandas y las calles lagunas que reflejan el cielo. La vida pareciera ser tan líquida, tan fugaz… pero extrañamente conmemorada. Esta ciudad no habla del automatismo y del actuar efímeramente, sino que recuerda en su apariencia lo trascendente, lo esencial, lo sagrado del actuar y de la existencia humana.
Un concepto nace en esta serie, como respuesta a una de las preguntas de la artista, que la acompañará en todo el desarrollo de esta extraña ciudad: el fenómeno del caos, propiamente latinoamericano. Latinoamérica se caracteriza frente a otros lugares en el mundo por su carácter afectivo. Pareciera que sus habitantes se destacan por priorizar desde sus valores culturales a los afectos antes que al éxito. El caos, deja de ser un impedimento al orden y pasa a formar parte de lo casi estrictamente necesario para esa maduración afectiva. No importa qué suceda, qué se pierda o qué se deje atrás, lo que más se valora es el crecimiento personal-afectivo de la persona en relación con sus más íntimos amigos y enemigos, es decir, el éxito personal.
Este concepto inspira a la artista a representar dos tipos de personajes diferentes en su ciudad: los que automatizados caen en las fauces del actuar, no pudiendo diferenciar su interioridad de lo superficial y los que sí pudieron diferenciar las realidades, encarnando la lucha existencial entre el caos y la auto-realización. Se genera una tensión entre ambas realidades, otro juego de dualidades, muy peculiar. Pero esta tensión no es dañina. Es el “Punctum” o, un poco más allá, es la decisión de vivir “despierto”. El caos se transforma, para los iluminados, en la herramienta indispensable para personalizarse.. Cada una de las personas, “automatizadas” o “realistas” es un ser querido de la artista, cuya vida e historia personal encarnan respuestas a las preguntas que a la misma le generaron, en este camino que la primera pregunta desató.
Al día de hoy, ubicada en nuestro espacio y tiempo, la artista nos dice por qué para algunas personas realmente es preferible la fachada de Buenos Aires a la de un monumento limpio y entero en alguna plaza en algún pais del primer mundo: “Es por una cuestión simple… es que Buenos Aires, es más real”. “El caos latinoamericano en el que estamos sumergidos, puede realizarnos más que la comodidad sin límites de otros entornos. Aquí constantemente tenemos que decidir y elegir… libertad que no en todas partes del mundo se disfruta hoy (desde las persecuciones en áfrica, las guerras en medio oriente o en el sur de Europa, hasta el materialismo esterilizante del primer mundo). En este lugar, no sabría si decir de privilegio, existe un don: el caos latinoamericano, como humanidad en movimiento constante, demasiado constante, ya incontrolable.
La Vida se condensa en estas calles hasta saturarnos de ruido. Las personas saben, en este lugar, más de sí mismas que lo que creen conocerse. Las personas saben, en este lugar, más de sí mismas que lo que creen conocerse. El entorno, aunque esté ya fuera de los límites de lo “ordenable” responde al carácter natural, caótico y a la vez ordenado, de la naturaleza humana y de su realidad.” Por último, la tensión. El entorno, aunque esté ya fuera de los límites de lo “ordenable” responde al carácter natural, caótico y a la vez ordenado, de la naturaleza humana y de su realidad.” Por último, la tensión. Característica efervescente en la obra de Josie Watson. Pareciera moldear como plastilina las composiciones y mantener el equilibrio tensado desde cada lado de los bastidores. Al igual que en su mundo personal, este factor no puede dejar de tomar su especial protagonismo tácito.