Nota 1

 

El capitalismo vende y premia al ego. A quien no se mueve por el ego el capital no puede reflejarle directamente, ya que el capitalismo refleja el proyecto de un valor, no al valor en sí mismo. El capitalismo es un espejo de los sueños, los planes, las metas y así de las imágenes externas de quienes están en capacidad de realizar esos sueños. Estas personas no son en sí personas sino lo que pensamos acerca de ellas desde el panóptico de la sociedad. Su imagen externa es valuada por el poder que representan o no representan. La imagen es fruto de la evidencia de su raza, género, edad, capacidad económica, red social, impacto visual. Como sociedad creamos estándares de belleza que no nos producen miedo, personas seguras de sí mismas o con mucho “valor”, es decir, reconocimiento social o dinero. No queremos tener miedo y por eso buscamos personas con sustento propio. El sustento se transforma en el foco de trabajo interior de esa persona. Sabe que depende de ese sustento para ser valuado y así obtener recursos con los que sobrevivir. La realidad 3D se trata de este intercambio. Por ejemplo un tipo de sustento es la red social que la persona genera y mantiene en rededor suyo convirtiéndose en ejes importantes de esa microsociedad. Estos suelen ser actores, vendedores, o las personas más carismáticas dentro de un grupo familiar. Otro sustento es la belleza física y la consciencia del impacto de la presencia de una persona. Nadie tiene un solo sustento, sino que el sustento de cada uno es un entramado único e irrepetible que conjuga muchos tipos de sustento. Nuestro valor propio está directamente ligado a nuestro sustento personal. Buscamos validar la construcción de nuestro sustento por otros que compartan cierta parte del mismo. La identificación con el grupo social, la ideología político-económica-social, la Fé, el gusto sexual, los intereses, etc. Y así, nos necesitamos los unos a los otros para valorarnos y construirnos. 

 

De manera superflua y errada podría decir que quien se construya en amor tendrá o buscará tener una relación amorosa y amable con las personas, y quien prefiera el dolor buscará entablar vínculos dolorosos. La psicología moderna se resume en este -a mi gusto muy errado- juicio. Esto se puede refutar rápidamente al aludir que el sustento “amor” u “dolor” son construcciones. Una persona llama “bueno” a algo malo y la otra “malo” a algo bueno ¿Qué es malo y qué es bueno? Es más posible que la persona que cree se da amor a sí misma podría no saber que se está encerrando en una prisión estructural y que la persona que se auto inflige un dolor no sepa que en parte se mantiene libre de algo al hacerlo. En lo bueno siempre hay algo malo y en lo malo algo bueno. Todo tiene los dos compuestos opuestos necesariamente para poder existir y ser posible. En resumidas cuentas todos vivimos en una jaula y todos somos libres.

 

A las “mujeres latinas” (perdón porque decir esto es una generalización muy grande) nos enseñan desde muy pequeñas que la valoración radica en la aceptación y deseo del hombre. Sea nuestro padre, tío, hermano, amigo, hermano de la amiga, o el chico más bello del grupo de amigos, las mujeres latinas nos miramos bellas a través de los ojos de ellos y coqueteamos en cada vuelta de renglón con ello y entre nosotras. Como mujer espero una fuerte influencia externa de aprobación. Luego, la primaria sensibilidad femenina con la que llegamos al mundo es custodiada de mantenerse un poco más suave, amable, servicial, dulce, buena… que las travesuras a las que se invita casi instantáneamente a los niños (masculinos). Las niñas son princesas, los niños son Shreks.

 

Entonces, lejos de haber querido comenzar con el capitalismo-hetero-normativo, me encuentro como persona con un trauma relacionado con la percepción de mi propio valor, con una educación y con un estadío quizás bajo del concepto de “valor” de mi propia raza animal humana. Me gustó escuchar en la presentación de su libro “The wisdom of trauma” del escritor Gabo Maté que él mismo despertó en su vida al final de los 30, entrando en los 40, y que recién en ese momento se encontró con 8 tipos de traumas que lo conformaban. Mirar así me ayudó a ver que pensar mis problemas como “un solo trauma fundacional” le daba mucha más presencia que el distinguir dentro del sustento de mi vida pequeñas bolillas negras, o manchas rojas, o como cada uno lo quiera visualizar, que se ven a lo lejos presentes en algunos lugares formando parte de la conformación. Al mirarlo como varios traumas en vez de toda una vida traumatizada puedo percibir más aire entre medio de cada uno y así disminuir la maza del trauma. La percepción del problema deja de ser tan grande, obstaculizadora, y lapidaria. El problema es minimizado a distintas partes que ocurrieron originalmente en diferentes momentos y diferentes edades, y que se pueden tratar así también en diferentes tiempos. Cada encuentro con un trauma es una revolución, no podemos atenderlos a todos juntos, pero podemos ir ganando herramientas para tratarlos. Ya no se trata de un cáncer de urgencia.

 

Hoy pensaba acerca de qué generó mi trauma psico-social que busco trabajar hoy en mi persona y entonces me pregunté qué otro elemento primordial había en ese momento que hizo que ese tipo de miedo se fije de manera tan fuerte en mi ser. El fortificador de dicho trauma había sido, en mi caso, el formato de mujer latina. El entorno me hacía absorber minuto a minuto cómo la sociedad me moldeaba para sí. Lo mismo le sucedería a una chica en china, o más cerca, a una chica alemana. Cada cultura forma a sus personas para mantenerse a sí misma. Una de las cosas más fascinantes de viajar es conocer culturas distintas y así reconocer que existen otras construcciones acerca de temas que damos por obvios como lo es la relación de atracción entre dos personas, o una mujer y un varón. Al estar en un territorio diferente uno puede comenzar a distinguir las diferentes formas culturales que imaginan el encuentro previo al apareo del animal humano y descubrir que la forma en la que uno lo pensaba es una construcción más -finamente tejida desde hace muchas generaciones. 

 

Somos seres sociales y cada tramo de nuestro sustento individual está siendo validado por la sociedad que construimos a nuestro alrededor. Evaluamos cada tramo del sustento y distinguimos sus “estados” en áreas fuertes, áreas débiles, áreas increíbles y frondosas, áreas con cadáveres, gritos y fuentes de sangre doliente. Aquello que sentimos en falta, las zonas lastimadas o rotas, son estructuras del sustento impuestas por la sociedad que en realidad no nos calzaban tan bien.  En realidad lo que duele solo nos quiere decir que no es para nosotros. Si nos tenemos compasión y entendemos que en realidad nunca nos estamos atacando entonces veremos que esas áreas pueden no conformarnos y podemos retirarlas a voluntad. Podemos quitar un bloque del sustento como quien se propone quitar una ficha rectangular de lego de todo un muro de legos. Para sacar esa ficha habrá que romper el muro en dos o varias partes para luego volver a unir las piezas. Esto puede hacerse sin dejar rastro alguno, pero el inconsciente colectivo de solo suponer esto nos hace sentir en los huesos un terrible miedo. El sólo suponerlo nos hace sentir el dolor que se irradia alrededor de la pieza de lego que queremos quitar, porque es cierto, el dolor se siente donde se irradia y rara vez en el foco. Como tememos al desgarro de nosotros mismos decidimos que eso está muy bien allí quietecito por un tiempo más, sin que nadie lo ponga en duda. Y así seguimos sosteniendo diferentes partes del sustento propio, sean funcionales o disfuncionales a nuestra verdadera esencia.

 

El temor a quebrar el entramado alrededor de un trauma es una reacción de supervivencia válida relacionada con los vínculos sociales que romperemos. El proceso afecta a la psiquis poniendo en un estado débil a la estabilidad mental de la persona. Todo está convalidado socialmente. Es un proceso delicado de realizar que podría dejar a una persona desconectada socialmente de aquello que antes la validaba, sea porque al encontrarse con otras opciones ésta toma nuevas formas estructurales o porque el entorno social no le ofrece un vínculo con su nueva propuesta de sustento, dejándola así desconectada para siempre del entorno. Nadie quiere enfrentarse a ésto. Por lo general da mucho miedo cambiar de persona y este temor es un sano reflejo de la salud mental.

 

Miro frente a mí a la forma que me identifica (género, cultura, ideología, clase, etc). La veo como un traje que flota abierto ante mí. Luego miro frente a ésta a otro traje que, siguiendo su silueta, también se mantiene a cierta distancia. Es la forma del poder social externo. Dos corazas anteriores a la esencia sin forma. Josie la que está por fuera (la que sabe cómo transformar al trauma/el peligro/el caos/el caos/el dolor en su mejor aliado) y Josefina la interna y la primera forma que tomará la esencia (la artista que cuenta su propia historia). Luego está la que soy, quizás esta inteligencia mediante la cual veo al mundo. Hubo un cambio muy reciente en estas formas externas y acaban de salir de su restauración luego del reciente reseteo de mi propio sistema de configuración, de mi propio software.

 

Tuve que viajar al corazón de la configuración de mi sustento para cambiar un elemento y así afectar toda mi percepción de la realidad. Ya no puedo ver la vida de la misma manera. Todo comenzó con una carta a mí misma que escribí a mediados de septiembre de 2019 bajo el mandado de una voz interior. Leí esta carta solo un par de veces más a lo largo de los siguientes meses para siempre asombrarme de cuán exacto había sido el mensaje… que aún no entiendo. Aún transitando el proceso de cambio puedo ver cómo cada cambio altera al todo y cómo cada capa de mi sustento se reconfigura por sí misma. Mis propias formas de contención me esperan renovadas, llevan nuevos diseños, nuevas formas, mucho de lo anterior aún más intacto que antes, más luz, menos dolor. En la presentación del libro de Gabo Maté el especialista menciona que el trauma es una percepción que elegimos como reacción a un suceso ocurrido como mejor escapatoria y mejor solución a éste. De esta forma el trauma es nuestra interpretación positiva de cómo solucionar una necesidad. Reconocer el trauma no es para erradicar algo, sino para comprender con compasión cómo nos ayudamos a nosotros mismos. 

 

Contemplo estas dos formas externas. La más externa aún está sanando algo… hay algo acerca del auto-valor que aún estoy analizando antes de ponérmelas otra vez. Creo en mí. El trauma que trabajo ahora se vincula con no mostrar quien soy. En mi infancia oculté quién era para el bien ajeno y me mantuve intacta por dentro. Ser así me dio una gran fortaleza desde el alma, pero también me genera un gran auto-disvalor hacia el afuera. Un amigo hace poco me dijo algo que me gustó mucho: “If birds could talk everytime you go outside and hear their singing you would hear instead: “It’s me! It’s me! It’s me! It’s me!””. Encontré esto hermoso ya que expresa que es parte de la naturaleza el auto-manifestarse.

 

En mi caso olvido auto-manifestarme. En el origen de este trauma acepté olvidar el exterior y me sumergí en mi mundo interior desde el cual utilicé a la pintura como un código encriptado que me permitiría detectar y conectar con quienes si me supieran interpretar, es decir, quienes me pudieran conocer en verdad. Pintar es para mí hablar con los de mi propia especie. Pero el olvido es también otra forma de ataque del ego y donde una vez lo dejé ganar una guerra abandoné herramientas importantes que hoy pienso recuperar. Sigo contemplando la restauración interior, veo los hilos entretejiendo y destejiendo donde emerge este trauma, miro las capas de mi interior, dispongo mi energía cerca de ellas… y las contemplo antes de ensamblarme.

 

Entonces, lejos de haber querido comenzar con el capitalismo-hetero-normativo, me encuentro como persona con un trauma relacionado con la percepción de mi propio valor, con una educación y con un estadío quizás bajo del concepto de “valor” de mi propia raza animal humana. Me gustó escuchar en la presentación de su libro “The wisdom of trauma” del escritor Gabo Maté que él mismo despertó en su vida al final de los 30, entrando en los 40, y que recién en ese momento se encontró con 8 tipos de traumas que lo conformaban. Mirar así me ayudó a ver que pensar mis problemas como “un solo trauma fundacional” le daba mucha más presencia que el distinguir dentro del sustento de mi vida pequeñas bolillas negras, o manchas rojas, o como cada uno lo quiera visualizar, que se ven a lo lejos presentes en algunos lugares formando parte de la conformación. Al mirarlo como varios traumas en vez de toda una vida traumatizada puedo percibir más aire entre medio de cada uno y así disminuir la maza del trauma. La percepción del problema deja de ser tan grande, obstaculizadora, y lapidaria. El problema es minimizado a distintas partes que ocurrieron originalmente en diferentes momentos y diferentes edades, y que se pueden tratar así también en diferentes tiempos. Cada encuentro con un trauma es una revolución, no podemos atenderlos a todos juntos, pero podemos ir ganando herramientas para tratarlos. Ya no se trata de un cáncer de urgencia.

 

Hoy pensaba acerca de qué generó mi trauma psico-social que busco trabajar hoy en mi persona y entonces me pregunté qué otro elemento primordial había en ese momento que hizo que ese tipo de miedo se fije de manera tan fuerte en mi ser. El fortificador de dicho trauma había sido, en mi caso, el formato de mujer latina. El entorno me hacía absorber minuto a minuto cómo la sociedad me moldeaba para sí. Lo mismo le sucedería a una chica en china, o más cerca, a una chica alemana. Cada cultura forma a sus personas para mantenerse a sí misma. Una de las cosas más fascinantes de viajar es conocer culturas distintas y así reconocer que existen otras construcciones acerca de temas que damos por obvios como lo es la relación de atracción entre dos personas, o una mujer y un varón. Al estar en un territorio diferente uno puede comenzar a distinguir las diferentes formas culturales que imaginan el encuentro previo al apareo del animal humano y descubrir que la forma en la que uno lo pensaba es una construcción más -finamente tejida desde hace muchas generaciones. 

 

Somos seres sociales y cada tramo de nuestro sustento individual está siendo validado por la sociedad que construimos a nuestro alrededor. Evaluamos cada tramo del sustento y distinguimos sus “estados” en áreas fuertes, áreas débiles, áreas increíbles y frondosas, áreas con cadáveres, gritos y fuentes de sangre doliente. Aquello que sentimos en falta, las zonas lastimadas o rotas, son estructuras del sustento impuestas por la sociedad que en realidad no nos calzaban tan bien.  En realidad lo que duele solo nos quiere decir que no es para nosotros. Si nos tenemos compasión y entendemos que en realidad nunca nos estamos atacando entonces veremos que esas áreas pueden no conformarnos y podemos retirarlas a voluntad. Podemos quitar un bloque del sustento como quien se propone quitar una ficha rectangular de lego de todo un muro de legos. Para sacar esa ficha habrá que romper el muro en dos o varias partes para luego volver a unir las piezas. Esto puede hacerse sin dejar rastro alguno, pero el inconsciente colectivo de solo suponer esto nos hace sentir en los huesos un terrible miedo. El sólo suponerlo nos hace sentir el dolor que se irradia alrededor de la pieza de lego que queremos quitar, porque es cierto, el dolor se siente donde se irradia y rara vez en el foco. Como tememos al desgarro de nosotros mismos decidimos que eso está muy bien allí quietecito por un tiempo más, sin que nadie lo ponga en duda. Y así seguimos sosteniendo diferentes partes del sustento propio, sean funcionales o disfuncionales a nuestra verdadera esencia.

 

El temor a quebrar el entramado alrededor de un trauma es una reacción de supervivencia válida relacionada con los vínculos sociales que romperemos. El proceso afecta a la psiquis poniendo en un estado débil a la estabilidad mental de la persona. Todo está convalidado socialmente. Es un proceso delicado de realizar que podría dejar a una persona desconectada socialmente de aquello que antes la validaba, sea porque al encontrarse con otras opciones ésta toma nuevas formas estructurales o porque el entorno social no le ofrece un vínculo con su nueva propuesta de sustento, dejándola así desconectada para siempre del entorno. Nadie quiere enfrentarse a ésto. Por lo general da mucho miedo cambiar de persona y este temor es un sano reflejo de la salud mental.

 

Miro frente a mí a la forma que me identifica (género, cultura, ideología, clase, etc). La veo como un traje que flota abierto ante mí. Luego miro frente a ésta a otro traje que, siguiendo su silueta, también se mantiene a cierta distancia. Es la forma del poder social externo. Dos corazas anteriores a la esencia sin forma. Josie la que está por fuera (la que sabe cómo transformar al trauma/el peligro/el caos/el caos/el dolor en su mejor aliado) y Josefina la interna y la primera forma que tomará la esencia (la artista que cuenta su propia historia). Luego está la que soy, quizás esta inteligencia mediante la cual veo al mundo. Hubo un cambio muy reciente en estas formas externas y acaban de salir de su restauración luego del reciente reseteo de mi propio sistema de configuración, de mi propio software.

 

Tuve que viajar al corazón de la configuración de mi sustento para cambiar un elemento y así afectar toda mi percepción de la realidad. Ya no puedo ver la vida de la misma manera. Todo comenzó con una carta a mí misma que escribí un día bajo el mandado de una voz interior. Leí esta carta solo un par de veces más a lo largo de los siguientes meses para siempre asombrarme de cuán exacto había sido el mensaje… que aún no entiendo. Aún transitando el proceso de cambio puedo ver cómo cada cambio altera al todo y cómo cada capa mi sustento se reconfigura por sí misma. Mis propias formas de contención me esperan renovadas, llevan nuevos diseños, nuevas formas, mucho de lo anterior aún más intacto que antes, más luz, menos dolor. En la presentación del libro de Gabo Maté el especialista menciona que el trauma es una percepción que elegimos como reacción a un suceso ocurrido como mejor escapatoria y mejor solución a éste. De esta forma el trauma es nuestra interpretación positiva de cómo solucionar una necesidad. Reconocer el trauma no es para erradicar algo, sino para comprender con compasión cómo nos ayudamos a nosotros mismos. 

 

Contemplo estas dos formas externas. La más externa aún está sanando algo… hay algo acerca del auto-valor que aún estoy analizando antes de ponérmelas otra vez. Creo en mí. El trauma que trabajo ahora se vincula con no mostrar quien soy. En mi infancia oculte quién era para el bien ajeno y me mantuve intacta por dentro. Ser así me dio una gran fortaleza desde el alma, pero también me genera un gran auto-disvalor hacia el afuera. Un amigo hace poco me dijo algo que me gustó mucho: “If birds could talk everytime you go outside and hear they singing you would hear instead: “It’s me! It’s me! It’s me! It’s me!””. Encontré esto hermoso ya que expresa que es parte de la naturaleza el auto-manifestarse.

 

En mi caso olvido auto-manifestarme. El olvido es otra forma de ataque del ego. Sigo contemplando la restauración interna, veo los hilos tejerse y destejerse allí donde este trauma aflora, miro las capas de mi interior, dispongo mi energía cerca de ellas… contemplo, aún no me ensamblo.

error: This content is protected - Protección de datos